Perspective
Consciousness Research Philosophy & Consciousness Psychology


Comprendiendo las raíces corporales de la experiencia consciente

Traducido por Mario Suarez, editado por Daniel Belacáza

Fundamentalmente, aunque no todos los seres humanos tengan la experiencia de estar en embrazo o llevar un bebé, la experiencia de ser gestado y crecer dentro del cuerpo de otra persona es universal.

El ‘yo’ relacionado con el mundo

Imagina que estás caminando por la arena caliente, en un soleado día de verano, cogido de la mano de tu pareja. Mientras percibe este entorno, tu cerebro recibe y necesita integrar una cascada de información sensorial procedente tanto del exterior como del interior de tu cuerpo: el calor de la arena, el brillo de la luz del sol, el olor salado del aire, el sonido de tu corazón latiendo en tu pecho, el calor de la piel de tu pareja al tocar tu mano.

Por lo general, experimentamos un ‘yo real’ que está vinculado al cuerpo y que se encuentra en el centro de todas nuestras experiencias sensoriales, emociones, recuerdos y pensamientos. Este ‘yo’ o ‘mi’ está de alguna manera siempre ahí, aunque sea en el fondo -de forma transparente, por así decirlo- y se siente como algo distinto del mundo y de otras personas (la arena y tu pareja, por ejemplo).

Esta sensación de ser un ‘yo real’ conectado con un mundo real ‘ahí fuera’ nos hace sentir presentes e inmersos en el flujo de nuestra vida cotidiana. Pero ¿cómo funciona esto exactamente?

En un artículo fundamental titulado ‘Whatever next? Predictive brains, situated agents, and the future of cognitive science’(¿Y ahora qué? Cerebros predictivos, agentes situados y el futuro de la ciencia cognitiva) , Andy Clark1 propone que el trabajo del cerebro es predecir la información que viene a continuación basándose en la información percibida anteriormente. En lugar de ser una esponja pasiva que recibe información de dentro y fuera de nuestro cuerpo, el cerebro anticipa activamente el mundo a través de la lente de las experiencias pasadas. Lo que hemos percibido y experimentado antes deja huellas, por así decirlo, en nuestro sistema nervioso y perceptivo. El cerebro utiliza estas ‘huellas’ de forma predominante para detectar el peligro. Por eso es tan difícil olvidar los acontecimientos negativos: el cerebro quiere mantenernos alejados de los problemas. La información inocua, como el color del pomo de la puerta de mi hotel, será probablemente tratada como aburrida y borrada de la memoria. Sin embargo, el color de la chaqueta del ladrón que me atacó en la calle se queda conmigo. Esta es una idea importante que han subrayado Clark y otros investigadores como Karl Friston2 y Jakob Hohwy.3

 La percepción es para sobrevivir en el aquí y ahora

Analicemos más detenidamente la influyente expresión ‘whatever next,’ o ’lo que venga’. En efecto, lo que realmente importa para nuestra supervivencia es percibir correctamente no sólo lo que ocurre a continuación, sino también lo que sucede aquí, es decir, junto a mi cuerpo. Tomemos el siguiente ejemplo.

Supongamos que estoy tomando una taza de café en una terraza de una isla griega (bueno, se me permite soñar, supongo, ya que las terrazas están cerradas en mi país). Pero imaginemos la escena: Tomo un sorbo y a continuación quiero admirar las nubes de arriba, pero mientras dirijo mi atención al cielo, veo una araña en la mesa cerca de mi mano. De repente, la percepción de lo que está junto a mi mano es una gran prioridad. Desde el punto de vista temporal, tanto la percepción del cielo como la de la araña vienen ‘a continuación’, es decir, después de haber tomado café. Pero la percepción de la araña junto a mi mano pone mi sistema de defensa en alerta roja. Ahora ya no me importa la belleza del cielo ni el sabor de mi café. Ahora, todas mis percepciones, pensamientos y emociones se agrupan en torno a un único hecho importante: la araña-que-tengo-junto-a-mi mano y cómo escapar de ella de forma segura.

¿Por qué es importante esta observación?

Es importante porque los filósofos y científicos de todas las disciplinas y tradiciones se han centrado principalmente en la visión y la percepción distal: Veo el mundo / una manzana / un tomate rojo ‘ahí.’ En realidad, sin embargo, nuestras percepciones son de naturaleza proximal y multisensorial.4 Constantemente percibimos el mundo y lo que está junto a nuestro cuerpo a través de la piel, por ejemplo, o del olfato. Sin embargo, aunque estos sentidos ‘modestos’ nos dan la información más esencial para nuestra supervivencia, tenemos la tendencia a ignorarlos, desestimarlos o darlos por sentado.

Solemos darnos cuenta de su importancia sólo cuando los perdemos. Por ejemplo, con la actual crisis sanitaria provocada por el virus COVID-19, muchos de nosotros perdimos temporalmente el sentido del olfato. La gente empieza a darse cuenta de lo importante que era este sentido próximo para la sensación de sí mismo y de presencia en el mundo.5

La experiencia táctil como fondo experiencial transparente

Paradójicamente, precisamente porque los sentidos próximos, como el tacto y el olfato, están tan cercanos o ‘junto’ a nuestro cuerpo, normalmente subestimamos su importancia para nosotros. Entre estos sentidos próximos, que se mezclan para formar un fondo experiencial casi transparente, las experiencias táctiles tienen un estatus especial en la orquestación de nuestras vidas.18 Puedo ver al menos dos razones principales para ello.

En primer lugar, el tacto está mediado por la piel, el órgano más antiguo y amplio en términos de tamaño y función.6,7 Esto significa que la forma más primitiva de conocer y percibir el mundo que nos rodea es a través del tacto. Nos da la sensación más fundamental de presencia, de realidad. Recordemos la famosa anécdota de Santo Tomás: para creer que una herida era real en el cuerpo del otro, sentía la necesidad de tocarla. No le bastaba con verla.

La piel también media la frontera entre el yo y el mundo exterior. Al mismo tiempo, nos distingue y nos relaciona con la realidad “de ahí fuera”. Las experiencias táctiles tienen lo que el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty llamó la inevitable dualidad ‘touchant/touché,’ o de la doble sensación: Puedo ver a alguien sin ser visto, pero no puedo tocar un objeto o una persona sin ser tocado. Inevitablemente, al dar la mano a mi pareja, recibo información no sólo de mi mano, sino también de la suya (su piel está caliente y la mía fría, por ejemplo). Esta dualidad ineludible animó a los investigadores a considerar la piel como un órgano relacional por excelencia.8

Nuestra percepción comienza dentro del cuerpo de otro

En segundo lugar, y muy importante, el tacto desempeña un papel fundamental en la exploración y el vínculo social, que confiere un sentido de cercanía y pertenencia.

Un aspecto importante, aunque ignorado de los debates actuales sobre la naturaleza de la percepción, es que nuestras experiencias perceptivas más primitivas surgen dentro del cuerpo de otra persona. En otras palabras, la encarnación más primitiva es una encarnación compartida, o co-encarnación.9 Fundamentalmente, aunque no todos los seres humanos tengan la experiencia de estar en embrazo o llevar un bebé, la experiencia de ser gestado y crecer dentro del cuerpo de otra persona es universal.

Esto significa que nuestras experiencias más primitivas puede que sean esencialmente experiencias compartidas.10,11,12,13 De hecho, mucho antes de conocer las mentes de otras personas, conocemos literalmente sus cuerpos, y dependemos de ellos para sobrevivir. Recordemos que, para el cerebro, la supervivencia es clave. Los organismos vivos, como nosotros, tienen un impulso ineludible de seguir viviendo y, potencialmente, de reproducirse. Los seres humanos vienen al mundo dentro del cuerpo de otro y al principio siguen dependiendo de la cercanía física y el afecto de un cuidador para sobrevivir y ser felices.

Entre cuerpos

La observación de que los humanos vienen al mundo dentro del cuerpo de otro podría tener dos implicaciones importantes para las cuestiones críticas que alimentan los debates actuales sobre la naturaleza de las experiencias perceptivas, la conciencia y la autoconciencia.14

En primer lugar, un sistema dinámico y complejo como el cuerpo humano necesita ser capaz de jugar un doble juego para sobrevivir y potencialmente reproducirse. Por un lado, tiene que mantener con éxito los estados sensoriales dentro de ciertos límites fisiológicos: si experimentamos demasiado frío o demasiado calor durante demasiado tiempo, morimos. Por otro lado, el cuerpo debe cambiar con flexibilidad estos estados para adaptarse a un entorno en constante cambio.15

Si observamos el cuerpo humano a través de esta lente dinámica, resulta obvio que lo que ocurre entre el organismo y su entorno -los límites- desempeña un papel fundamental para que este juego se desarrolle con éxito y con la suficiente flexibilidad para mantener al organismo con vida. Así pues, los futuros trabajos sobre la percepción y la consciencia deben definir la noción crítica de ‘frontera’ o ‘entremedio’: en otras palabras, el proceso de intercambios entre dos estados o dos organismos.

La noción de ‘manto de Markov’ se ha planteado recientemente como una forma prometedora de conceptualizar un límite que medie en las interacciones entre un sistema y su entorno.16 Un manto de Markov puede describirse a grandes rasgos como un límite estadístico que separa dos conjuntos de estados. Un ejemplo importante es la membrana celular que separa la dinámica intracelular de la extracelular. La frontera no sólo separa el sistema de su entorno, sino que también relaciona intrínsecamente el sistema con su entorno.

Las raíces corporales de ca consciencia

Una segunda implicación clave resultante de nuestra emergencia corporal se refiere a la consciencia misma y a la propia definición del término ‘yo mínimo’ (Ciaunica, de próxima publicación). Los enfoques anteriores han abordado esta cuestión tratando de encontrar la base fundamental del yo mínimo.14,17 Sin embargo, otra alternativa es centrarse en cómo surgen la mismidad y las experiencias conscientes y se desarrollan dinámicamente a lo largo de la vida. Utilizando una metáfora, lo ‘mínimo’ en este sentido se referiría a la semilla que contiene toda la información latente sobre el futuro árbol, en lugar de la estructura y la forma esquematizadas y abstractas de un árbol adulto completamente desarrollado.

Y si observamos cómo el ‘árbol humano’ despega (por así decirlo) en el útero, no podemos ignorar sus raíces corporales y relacionales.

De la misma manera que no se puede entender qué es un árbol y cómo funciona observando sólo sus componentes visibles -ramas, hojas, tronco- e ignorando sus raíces invisibles, no se puede entender nuestra vida experiencial consciente sin tener en cuenta su base invisible: sus raíces corporales compartidas.

Descargo de responsabilidad: esta publicación de blog fue traducida y editada por voluntarios. Los contribuyentes no representan a la MIND Foundation. Si observa algún error o ambigüedad, háganoslo saber; estamos agradecidos por cualquier mejora. Si quiere apoyar nuestro proyecto sobre multilingüismo, ¡contáctanos para unirse al MIND Blog Translation Group!

Referencias

  1. Clark A. Whatever next? Predictive brains, situated agents, and the future of cognitive science. Behav Brain Sci. 2013;36(3):181–204.
  2. Friston K. A theory of cortical responses. Philos Trans R Soc Lond B Biol Sci. 2005;360(1456):815–36.
  3. Hohwy J. The predictive mind. London, England: Oxford University Press; 2013.
  4. Faivre N, Arzi A, Lunghi C, Salomon R. Consciousness is more than meets the eye: a call for a multisensory study of subjective experience. Neurosci Conscious [Internet]. 2017;2017(1). Available from: dx.doi.org/10.1093/nc/nix003
  5. Barwich AS. Smellosophy: What the nose tells the mind. Harvard University Press; 2020.
  6. Field T. Touch. London, England: MIT Press; 2001.
  7. Gallace A, Spence C. The science of interpersonal touch: an overview. Neurosci Biobehav Rev. 2010;34(2):246–59.
  8. Ratcliffe M. Touch and the sense of reality. In: Radman Z, editor. The Hand, an Organ of the Mind. The MIT Press; 2013.
  9. Ciaunica A, Constant A, Preissl H, Fotopoulou A. The first prior: From co-embodiment to co-homeostasis in early life [Internet]. PsyArXiv. 2021. Available from:http://dx.doi.org/10.31234/osf.io/twubr
  10. Ciaunica A. Basic Forms of Pre-Reflective Self-Consciousness: a Developmental Perspective. In: Miguens S, Preyer G, Morando C, editors. Pre-Reflective Consciousness. Routledge; 2016.
  11. Ciaunica, A. (2017). ‘The Meeting of Bodies: Basic Forms of Shared Experiences, Topoi, an International Journal of Philosophy. doi.org/10.1007/s11245-017-9500-x
  12. Ciaunica A, Fotopoulou A. The touched self: Psychological and philosophical perspectives on proximal intersubjectivity and the self. In: Embodiment, Enaction, and Culture. The MIT Press; 2017.
  13. Ciaunica A, Crucianelli L. Minimal Self-Consciousness from within – a Developmental Perspective. Journal of Consciousness Studie. 2019;26(3–4):207-226(20).
  14. Blanke O, Metzinger T. Full-body illusions and minimal phenomenal selfhood. Trends Cogn Sci. 2009;13(1):7–13.
  15. Seth AK, Tsakiris M. Being a beast machine: The somatic basis of selfhood. Trends Cogn Sci. 2018;22(11):969–81.
  16. Ramstead MJD, Kirchhoff MD, Constant A, Friston KJ. Multiscale integration: beyond internalism and externalism. Synthese [Internet]. 2019; Available from:http://dx.doi.org/10.1007/s11229-019-02115-x
  17. Zahavi D. Subjectivity and selfhood: Investigating the first-person perspective. The MIT Press; 2005.
  18. Ciaunica A, Petreca B, Fotopoulou A, Roepstorff A. Whatever Next and Close to my Self – The Transparent Senses and the ‘Second Skin’: Implications for the Case of Depersonalisation 2021. doi:10.31234/osf.io/u8ky6.

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